miércoles, 31 de octubre de 2018

El mago


          Es pequeño, tiene una varita de madera y ojos de soñador, y se desliza por la fachada de mi edificio, saltando de ventana en ventana, haciendo requiebros a la gravedad, sorteando los jardines flotantes de mis vecinos y el ladrido de un gato, y el aroma denso de las cenas, caminando sin puntillas por el ladrillo áspero, palpando la noche con sigilo, acariciando brisas, desmenuzando los arrullos de las palomas dormidas, quebrando el cristal del tragaluz y el de mi sueño raramente quieto, franqueando umbrales, girando la bombilla de las noches en vela, inventando adornos que colgar en la pared descarnada, rasgando mis camisas viudas, sin seda, sorbiendo el agua del vaso, descalzando mis zapatos rubios, orquestando con guasa mis ronquidos, mi ingenuidad, mi torpeza, reordenando los libros junto al portalápiz, debilitando el color de las sábanas, el de los seis muñecos, el del pudor, haciendo menos nocturna la nocturnidad de su intrusión, que no es tal, burlándose del ratón, de su asombro, de sus ganas de roer el mundo, desplazando los rumores nocivos, sacudiendo envidias y antipatías, cosiendo heridas mal cerradas, besando en la frente al pecado, hilvanando fantasías, desempolvando los compromisos que aún guardo en el cajón, alentando nostalgias no llevaderas, construyendo castillos delicados de naipes, de recuerdos, de voces antiguas, de destellos antiguos, sobrecogiéndome en mitad de la pesadilla, navegando conmigo en un cascarón de nuez, surcando mares de arena, dibujando globos pardos que luego arrastra el viento, sepultando quejidos, ahuyentando brujas con manzanas, aliviando la presión fabulosa de los cuentos, engarzando suspiros como lágrimas de un collar, hurgando en las migrañas en busca del duende malicioso, agitando su varita con destreza, suavizando el castigo y las culpas, compadeciéndose de mí.
          Es pequeño y tiene ojos de soñador. Es un mago.


No hay comentarios:

Publicar un comentario