Estimada
nostalgia:
Te escribo estas líneas porque albergo
la esperanza de que, al hacerlo, lograré desprenderme de esta abrumadora
melancolía. En cada rincón de la casa, hay una fracción de su presencia. En
cada estancia, hay una nueva esencia que reconozco como suya. He
sido muy feliz. Mi querida nostalgia, debo confesarte que he sido muy feliz.
Pero, ahora, el amargo tormento que provoca la distancia insalvable me debilita
el ánimo. Mis pasos perdieron la firmeza de ayer, mis pensamientos extraviaron
su aplomo. Si pudieras ayudarme a vencer esta
niebla espesa e impenetrable, si pudieras tenderme una mano y librarme de mi
tortura... El tiempo se aferra a las paredes, hendiendo en ellas sus garras.
Las horas del reloj han quebrantado la esfera y, después, han huido. Lejos, a
algún lugar desconocido.
Te escribo estas líneas, mi estimada
nostalgia, porque aliento la certeza de que, al hacerlo, conseguiré despojarme
de esta opresora tristeza. En cada rincón de mi cordura, hay una fracción de su
presencia. En cada uno de mis gestos, hay una nueva añoranza. He disfrutado de una dicha que no
merecía. Mi caprichosa nostalgia, debo confesarte que he sentido una dicha que,
de tan ingente, llegué a considerar injusta. Pero hoy se ha desvanecido. Mi traviesa nostalgia, debo confesarte
que he experimentado una felicidad que, de tan inmensa, llegué a creer obscena.
Pero hoy se ha disipado. Si pudieras ayudarme a doblegar esta
calma frenética que ahoga mi juicio... Si pudieras tenderme una mano y librarme
del remordimiento…
Es tanto el anhelo, es tanto, es todo,
es sólo eso, es anhelo, es cuanto tengo, es sólo cuanto tengo, anhelo, cuanto
tengo, y el tiempo se aferra a las paredes, hiriéndolas con sus garras.