domingo, 7 de octubre de 2012

Niño sin regalo


         Ocurrió una mañana de invierno y chocolate. Ocurrió mientras tú dormías. El niño se levantó de la cama y corrió a buscar el regalo de cumpleaños. Lo halló en la mesita del recibidor. Era una pelota roja. Y con tanto entusiasmo se abrazó a ella que se le escurrió y salió despedida. La pelota botó en el suelo varias veces y después escapó por la ventana, rompiendo el cristal. El niño bajó la escalera a toda prisa y persiguió la pelota calle abajo. La perdió de vista, y se detuvo. Miró a su alrededor y descubrió en un portal a una niña que jugaba con un muñeco de trapo.
          -Estoy buscando una pelota roja –dijo el niño sin regalo.
          -¿Es muy importante para ti? –le preguntó la niña. Y él contestó:
          -Si no la encuentro, seré infeliz.
         La niña le indicó el camino por donde se había alejado la pelota, y él corrió tras ella. La divisó al final de la calle, botando entre unas cajas de cartón. Luego, la perdió de vista. El niño se detuvo y miró a su alrededor, y descubrió en un portal a una mujer que jugaba con un gato.
          -Estoy buscando una pelota roja –dijo el niño sin regalo.
          -Te echan de menos en casa. ¿Por qué no regresas? –le preguntó la mujer. Y él contestó:
          -Si regreso sin ella, seré infeliz.
         La mujer le mostró el lugar por donde se había alejado la pelota, y él corrió tras ella. La avistó en un callejón, botando entre unas latas y una bicicleta abandonada. Luego, la perdió de vista. El niño se detuvo y miró a su alrededor, y descubrió en un portal a un hombre que jugaba con una escopeta de caza.
          -Estoy buscando una pelota roja –dijo el niño sin regalo.
          -Hay juguetes mejores que una pelota. ¿No quieres conocerlos? –le preguntó el hombre. Y él contestó:
          -Cualquier otra cosa me haría infeliz.
         Ocurrió una mañana de bruma y luces tibias. Ocurrió mientras tú dormías. El niño se levantó de la cama, hecho mayor, y corrió a buscar el regalo de cumpleaños. Lo halló en la mesita del recibidor. Era una pelota roja. Y con tanto entusiasmo se abrazó a ella que la hizo desaparecer.
          Y, mientras tanto, tú dormías. Una mañana de miel.


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