lunes, 1 de julio de 2013

Elena


         Lo que sucedió fue que Emilio se había enamorado de Elena y que, por descuido, se alejó de ella.
         -Era la mujer de mi vida –murmuró, sintiéndose atormentadamente culpable.
         Pero Emilio no se resignó a la pérdida; la buscó por todas partes.
         Acudió a una comisaría:
         -Busco a una mujer.
         -¿Cómo es?
         -Hermosa. Tiene los ojos claros, más azules que el cielo y menos que el mar. Y su cabello es miel, y su piel es la de un melocotón, y su sonrisa no es de este mundo.
         -¿Cuándo la vio por última vez?
         -No lo sé.
         Acudió a una juguetería:
         -Estoy buscando a Elena –dijo.
         -Acabo de abrir y es usted el primer cliente –le informó el dueño-. No ha venido nadie por aquí.
         -Usted vende muñecas de porcelana.
         -Es cierto.
         -Elena debe de estar entre ellas.
         -¿Es una pieza de colección?
         -No lo sé.
         Acudió a una pastelería:
         -¿Ha visto usted a Elena? –le preguntó a la encargada.
         -¿Cómo es?
         -Dulce. Intensa y sutil como una trufa y hechicera como el caramelo. ¿La ha visto?
         -Creo que no. ¿Es una mujer?
         -No lo sé.
         Y después de varios días de búsqueda infructuosa, Emilio bajó los brazos y se dirigió a su casa.
         Elena lo esperaba en el salón, malhumorada.
         -¿Dónde has estado? –le preguntó ella.
         -Por ahí.
         -¿Por qué no llamaste?
         -No lo sé. Tenía miedo.
         -Te he echado de menos, ¿sabes?
         -Y yo creí que te había perdido.


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