martes, 20 de octubre de 2015

Niños


         Son cinco hermanitos, son criaturas candorosas, son cinco pequeñajos que retozan sin maldad y sin descanso por la casa a cualquier hora del día.
         Uno es moreno y tiene remolinos en el cabello. Se llama David.
         -Davizzz –lo llama la huevona de su madre-, deja al abuelito en paz.
         El abuelito murió esa mañana. Está dentro de la caja, cruzado de brazos, muy serio, y el niño se entretiene hurgándole en los agujeros de la nariz. A los que vinieron a dar el pésame se les ha revuelto el estómago.
         -Davizzz, anda, deja al abuelito.
         Otra de las criaturas es pelirroja y tiene pequitas en la cara. Se llama Gloria. La abuelita, que está deshecha por el dolor, ha preparado unos canapés de salmón para las visitas, pero la niña se comió el salmón de los canapés en un descuido de la abuela y los untó luego con el paté que quedaba en el frasco de Lulo, el gato, y le dijo a la abuelita que ya se encargaba ella de servir la bandeja.
         -Está rico –comentó alguien-. ¿Qué es?
         Otro de los críos es rubio y tiene los carrillos muy rosados. Se llama Carlitos. Ha descubierto un truco la mar de chulo: colocando una batería de coche en la mesa de centro, oculta en la maceta de flores plastificadas, y conectando entre sí las cucharillas de café y la batería con un cable pelado, puede hacer que a los mayores les salgan chispas azules por el culo.
         Otro de los angelitos se llama Pablo y tiene el cabello del color de la miel. Su especialidad es engatusar a las hijas de los amigos de papá y de mamá y conducirlas a su cuarto con la excusa de enseñarles sus videojuegos, pero lo que les enseña realmente es la colita, y las niñas se llevan invariablemente las manos a la cabeza, primero, aunque después siempre acaban compartiendo con él los secretos mejor guardados de su anatomía floreciente.
       Y la última de estas ricuras es Laura. Tiene el pelo ensortijado y negro, y ojos grandes y oscuros. Está enojada con papá porque él dice que todavía es muy pequeña para salir a bailar con las amigas.
         Mamá la mira con una mueca de reproche:
         -¿Puede saberse dónde has estado? Mira cómo te has puesto de grasa.
         Los asistentes al velatorio se agitan y tosen incómodos.
         -¿Alguien quiere un café? –pregunta el papá de los niños-. ¿Nadie?
         Laura se acerca a Carlitos y le susurra al oído:
         -No te preocupes. Al final siempre hay alguien que lo toma.
         -¿Qué llevas ahí?
         -¿Esto? Son los frenos del coche de papá.


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