Un andén al mediodía, gente que va y
viene, gente con prisa, transeúntes con cara de pocos amigos y algún despistado
que no sabe muy bien adónde le llevará el próximo tren.
Ella aparece de pronto, entre el tumulto,
y yo dejo de lado el pensamiento. Lo normal, en estos casos, es contemplarla un
momento, muy breve, y luego desviar la mirada para guardar las formas y
conservar la entereza. Lo normal, digo, que no lo que deseo. Lo que deseo es
observar cómo camina entre la gente, sorteando de uno en uno a los
desconocidos, flotando sobre sus pies con la suavidad de una pluma. A lo mejor
es un ángel y acabo de volverme loco, no me extrañaría. A lo mejor, entre la
gente, no hay nada, sino un hueco casual, el hueco que ella ocupa en mi
imaginación.
Me levanto, por si acaso, y doy un paso
al frente. Quiero cruzarme en su camino. Aspiro a rozar el aire que desplaza,
si es que existe, si no es cosa de mi mente embotada. Aspiro, si no es mucho
pedir, a deleitarme con su perfume, cualquiera que sea. Me coloco casi al borde
del andén y allí espero a que ella tropiece conmigo. Pero no tropieza, ni se
cruza siquiera en mi camino. Ya no está. Ha vuelto a su lugar entre las musas.
El tren, menudo estruendo, irrumpe en
la estación y todos nos empujamos como locos por hacernos un hueco en el vagón.
Mira tú por donde, hoy encuentro un sitio libre en que sentarme. Estoy cansado
y celebro interiormente haber tenido fortuna. Todo el día de un lado para otro,
aquí y allá, venga a caminar y caminar... A mi lado, una joven abre un libro y
se dispone a leer. La gente tiene mucha costumbre de leer en el transporte público
porque...
Es ella. Jesús, vaya susto. Y yo con
las ideas en voz alta, qué vergüenza. Me está mirando. Bueno, a mí no, está
mirando el gorro que me he puesto. Es que hace un frío... Está sonriendo. Creo
que le gusta el muñequito del dibujo. Ya no, ya no mira. Es prudente, no como
yo. Y tan bonita... Podría decirle algo, lo que fuera. Claro, que todo el mundo
lo escucharía. ¿Y si no me hace caso? ¿Y si la gente se ríe? ¿Y si me saca la
lengua?
No es posible, el tren nunca llega tan
pronto a la siguiente estación. Ha cerrado el libro, se baja en ésta. ¿Ya? ¿No
volveré a verla? Debería despedirme. Debería decirle...
-¿Cómo te llamas?
No me ha oído. Tengo que alcanzarla. La
bufanda, voy a cogerla por la bufanda para que no escape...
Ese
niño se está riendo y su madre le ha dado un cachete. Se ríe porque me ha visto
jugar con una mano en el aire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario