No es fácil, pero
me empeño. He aprendido a comprar el pan y a no comerlo. He aprendido a mirar
el espejo y a no juzgarlo. Me duelen los senderos del jardín, me aprietan los
pies. Por las tardes, el sol se me destiñe. Pobre sol, que antes fue tuyo y
ahora no tiene a nadie que lo saque a pasear, a nadie que le preste un mimo. No
es fácil, pero me empeño. Me empeño en inventarme una vida que hoy parece
prestada. Me empeño, me insisto, pero no es fácil. Me duelen los colores, me aprietan
el aire. Por las noches, la brisa se desnuda en mi ventana y borra tus huellas.
He aprendido a no mirar tus pisadas, a sortearlas de puntillas. He aprendido a
olvidarme contigo. Ya no quiero que nadie me desordene el gesto. Que nadie
venga, que nadie quiera. He aprendido a no juzgarme, a no mirarme. Estoy
inventándome una vida repleta de medias noches, escasa de luces. Me empeño, ya
sabes cómo me empeño frunciendo caprichos. Aunque no sea fácil. He aprendido a
correr el agua en las manos y a no beberla. He aprendido a soñar las
madrugadas, a pintarlas de fresa, de la fresa que fue tu boca en aquel teatro. Que
nadie venga, que nadie añore, que he comenzado a inventarme una vida sin ti. Que
nadie moleste ahora.
Ahí va la niña de
azul, calle abajo, con lazo y caramelo. Ahí van sus ojos de muñeca, con pestaña
y caramelo, mirando el mundo dos veces. Me sonríe, no sabe quién soy pero
sonríe. Le sonrío. Alguien le ha traído un beso esta tarde; lo lleva sujeto con
un cordel, apretando fuerte los dedos para que no se le vuele. Ahí va, calle
abajo, niña hermosa de azul, niña de lazo, pestaña y caramelo, ojos grandes, de
abismo inmenso, labios de vértigo suave y seda roja, mejillas de rubor
nocturno. Ahí va, niña azul, caminando para mí, caminando conmigo, y yo, enredado
en los destellos de su pelo, caminando con ella, acunado en su inocencia. Niña
azul de versos rizados, niña de cristal y primavera temprana. Yo contigo, si tú
quieres.
Que nadie moleste
ahora, que nadie venga. Que me dejen en paz la pena y el invierno, que se
vayan, que no me añoren. Que estoy inventándome la vida.
Ya recordaba este.
ResponderEliminarEs precioso, Israel.