Calle abajo, calle va,
este hombre sin nombre, sin señas,
sin más abrigo que una mueca,
sin otro equipaje que su alma
hueca.
Noche abajo, noche va,
este hombre sin nombre, sin
huella,
sin más alivio que un retal de
brisa en la nuca,
sin otra luna a cuestas que su
luna vieja y gastada,
sobre él inclinada,
vértigo entre azoteas,
chiquilla antigua, coqueta,
sabia locura de plata, locura
inquieta,
abrazo de pólvora y hojalata,
amor noctámbulo, imposible,
lágrima lenta, lágrima quieta,
lágrima presa,
su luna usada y arrugada,
poesía de lluvia, hambre y madrugada,
niña anciana de baile primitivo,
señora de antojos, capricho de
sangre.
Vida abajo, vida va,
este hombre sin nombre, sin
identidad,
sin más consuelo que su muerte
prometida,
bálsamo cercano, ansiado,
sin otro pecado que soñar,
sin otra culpa que enamorar,
vagabundo entre fervores,
inocente de aceros, insensato
corazón,
estudiante de ardor ligero,
puñal de barro entre las manos,
pañuelos de seda oscura, de
dolor,
alba perezosa, somnolienta,
que enreda su deseo con arte
buena,
sin maldad, a tientas,
que anuda en su cuello un lazo
de pobre aliento,
de escaso aliento.
Arroja un beso al viento,
hombre sin nombre,
arroja un beso al viento,
y muere,
hombre sin nombre,
que ya nadie te quiere.
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