En las puertas
del cielo, hay un ángel gordito y pamposado que bosteza nubecillas de colores.
Es el encargado de anunciar las llegadas. Es, también, ése que ayuda con las
maletas y enseña el camino a la habitación. Por una propina sería capaz de dar
la bienvenida a alguien con trompeta y platillos. Bosteza colores y se hurga en
los oídos; una vez, hurgando y hurgando halló una moneda. Es tan perezoso que,
cuando duerme, ni siquiera ronca.
Aquel domingo de
diciembre, el ángel gordito estaba echando una cabezada en el portal del cielo,
como era su costumbre. Antonio, al llegar, encontró al ángel hecho un ovillo
sobre la silla de mimbre, soplando zetas azules. No lo despertó, pues caminó de
puntillas, y, al pasar junto a él, le dejó un poema en el regazo.
Más allá del
portal, a Antonio lo aguardaban los dulces y el cava, el confeti rebelde y las
luces traviesas de fiesta. La navidad es tiempo de reunión con los seres
queridos, dicen, es momento de abrazos y de anudar nostalgias, y de partir
un beso, y Pilar se había vestido con su mejor sonrisa.
-Llegas tarde,
bobo.
-Lo siento –se
disculpó él-. Me entretuve escribiéndote poesía.
No es el amor,
sino el amar la vida, recita el angelillo holgazán, con lengua torpe, lo
que hace humano al hombre y le permite hundir su plenitud en quien se sueña.
El ángel gordito
entiende poco de poesía, pero disfruta releyendo aquellas palabras
ensortijadas. Es el regalo de navidad más extraño que jamás ha recibido. Y el
más hermoso. Se confunde con las letras porque Antonio las peinó con rizos.
Amar es
comprender que falta un mundo para dar en el centro del amor que llevo dentro.
El angelillo
perezoso anuncia, en las puertas del cielo, que está contento. Ha descuidado su
oficio y, en lugar de propinas, recibe ahora reproches del jefe. Está contento
porque las cosas han cambiado ahí arriba. La semana pasada se
compró un lapicero y un cuaderno.
Hoy es miércoles,
y el ángel gordito no está en la puerta. Apoyado en el muro, un cartoncillo
reza: Vuelvo enseguida.
-¿Adónde ha ido?
-Se fue a
escuchar al poeta. Quiere ser como él.
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