Invisible como el
aliento de un copo de nieve, triste como un maltrecho desenamorado, diminuto
como el pestañeo de una hormiga, perdido entre las copas de cristal de una mesa
vacía, entre envoltorios de caramelos, entre migas de pan, desunido de la
gente, de sus voces, de sus manos, de sus sonrisas, de sus promesas vacías, escurridizo
como el aroma de una margarita en primavera, repentino, flotando en el aire a
un centímetro de esta Navidad, tan diferente, tan ajena a esa otra Navidad de
infancia, murmurando un villancico roto, una canción desnuda de melodía,
tropezando con las huellas de amor viciado que quedaron sobre la mesa, y
acunado en su propio llanto, que de tan débil apenas le humedece las mejillas,
así es este eco pequeño, así deambula este eco pequeño, que de tan frágil
apenas se sostiene erguido.
Ayer, se encaramó
de pronto al árbol del vestíbulo y comenzó a columpiarse, lánguidamente, en uno
de los regalos postizos. Y sin pedírselo, y sin preverlo, sin desear que lo hiciera,
me recordó que esta misma Navidad, una vez, había sido distinta. Imitando las
voces desteñidas del pasado, imitando la tuya, me recordó que esta misma
Navidad, una vez, había sido distinta.
Es un eco pequeño
que ronda mi ventana, invisible como el suspiro desmayado de un acordeón,
triste como el dueño de un corazón arruinado. Es un eco pequeño que, abrazado a
los rayos tibios de sol, se desliza en mi casa con el mediodía, diminuto como
el lunar de una mariquita, y se pierde entre los cubiertos y el mantel de la
mesa vacía, entre las páginas de un periódico vacío, entre migas de pan. Es un
eco pequeño que tropieza sin querer con las huellas de amor malogrado, un eco
pequeño que se acuna y adormece en su propio llanto.
Ayer, se encaramó
de pronto al árbol del vestíbulo y comenzó a columpiarse, despacio, en la
estrella que adorna su copa. Y sin pedírselo, y sin preverlo, sin desear que lo
hiciera, me recordó que esta misma Navidad, una vez, había sido hermosa. Y pintando
con un carboncillo gastado las voces fingidas de otra vida, dibujándome la
tuya, me recordó que esta misma Navidad, una vez, había sido hermosa.
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