martes, 31 de diciembre de 2013

Muñeco abandonado


         Dos ojos saltones, redondos como lunas llenas, y una nariz roja en el centro de su cara, o de su cuerpo, pues no es más que una bola azul de pelo suave del tamaño de una nuez. Está solo, está abandonado en la calle. Se ha visto reflejado en un fragmento de cristal, y su propia imagen borrosa lo ha hecho sentir aún más abandonado y solo.
        Qué cosas: siempre había deseado volar, había anhelado ser pájaro por un día, o mariposa, o simplemente un mosquito, porque fue incapaz entonces de imaginar qué sensación extraña y maravillosa podría experimentarse al surcar los aires, y hoy, sin esperarlo, ha volado como una gaviota desde la ventanilla de un coche hasta la acera. Del coche de su dueña protectora a la acera sucia de un mundo grande y desconocido. Desechado como un pañuelo de papel. Confinado al olvido, menospreciado.
         Tal vez haya hecho algo mal, tal vez haya estropeado uno de esos momentos de paz que su dueña disfrutaba con tanto celo. Tal vez, con su presencia, haya quebrado el clima frágil del dormitorio. No lo sabe. Se encuentra angustiado y muy confundido. Si supiera, lloraría.
         Es un muñeco abandonado en la calle, sólo eso. De ojitos saltones y redondos, azul, de nariz roja y chata. Sólo es un muñeco asustado sin dueño. Está él, están los coches mudos, están los gorriones en la baranda del parque, están los charcos de la lluvia reciente, están los envoltorios de golosinas, que son juguetes del viento, están los semáforos parpadeantes, está el ruido de la Navidad en las casas, y están las casas, están los edificios altos, que suben al cielo, y están las nubes, que también son juguetes del viento, y está la nieve esperando, y está el frío, y la Luna, que saldrá luego, y mil estrellas, que son luciérnagas de vida eterna, y mil estrellas más, y mil más.
         El muñeco es sólo un punto azul en este paisaje urbano de diciembre, un punto azul que tiembla. Lo he visto, por casualidad, al agacharme a recoger una moneda, escondido detrás de un cartón. Tiene miedo en los ojos. Si pudiera, correría.
        Me he ofrecido a él como dueño. No sé si le gusta la idea, o si tenía otros planes, o si prefiere a otro. El caso es que no se ha quejado cuando lo he cogido. No ha dicho nada. Quizá porque sólo es un muñeco.


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